La edificación por parte de Alfonso III de su palacio extramuros de la "ciuitas" episcopal formaba parte de un ambicioso proyecto de ampliación urbana, que incluyó además la edificación de una nueva muralla, reforzada, en su esquina noroeste, por una fortaleza urbana, que constaba de un fuerte torreón (de unos 14 x 24 m, alcanzando una altura de unos 20 m), al que adosaba un recinto murado, a modo de patio de armas, que albergaría diversas dependencias de servicio del castillo.
La importancia de la torre estriba en que su finalidad no sería únicamente defensiva, sino que, por su cercanía al palacio real, serviría de residencia esporádica, sobre todo en momentos de peligro. Se trataría de una probable residencia fortificada, en la linea de las "casas-torre", que se difunden por Europa en la Alta Edad Media como modelo de residencia aristocrática, y que partiendo del ámbito rural, se extienden también al urbano, de modo que, sólo en Roma, hay hasta 11 ejemplos fechables cronológicamente entre los siglos VII y X.