La fuente de Foncalada aparece citada en la documentación por primera vez en el diploma de donación regia, por parte de Alfonso VI, de los palacios reales de Alfonso III para albergue de peregrinos en el año 1096. En dicho documento aparece mencionada como "fontem calatam" -del verbo latino arcaico calare = proclamar, invocar, llamar- (G. de Castro, 1995), "fuente invocada", lo cual alude, sin duda, a las inscripciones, hoy en su mayor parte perdidas, que adornaban el frontal del edículo que monumentalizaba el afloramiento del agua a la piscina; posteriormente, la denominación se corrompe a "fonte incalata", lo cual ha hecho creer -erróneamente- a muchos, que el nombre de la fuente tiene que ver con su ubicación encajada o empozada, la cual, por otra parte, es fruto de la configuración actual de su entorno urbano.
El frente del edículo se cubre completamente de inscripciones latinas, en epigrafía monumental, capital romana de módulo cuadrado, clasificables en dos grupos:
Inscripción principal, fundacional, en el timpano del frontón, bajo la cruz latina que lo corona, se dispone en 2 lineas. Reproduce la fórmula de la ceremonia episcopal de la liturgia hispánica utilizada para la bendición o exorcismo de los edificios "Quando sal ante altare ponitur antequam exorcicetur" (G. de Castro, 1995), reproducida profusamente en los dones de los monarcas asturianos, desde Alfonso II. Su traducción es:
"CON ESTE SIGNO SE AMPARA EL JUSTO. CON ESTE SIGNO SE VENCE AL ENEMIGO. PON SEÑOR EL SIGNO DE LA SALUD EN ESTA FUENTE Y NO PERMITAS QUE SE ACERQUE EL ANGEL GOLPEADOR"
Inscripciones laterales, deprecatorias. De menor formato que la principal, mantienen, no obstante, su carácter clásico. Se disponen a soga y tizón, en las jambas laterales del arco, a lo largo de la práctica totalidad de las hiladas de sillares de las mismas (10 en el lado sur y 11 en el norte), (VALDÉS GALLEGO 2018, 336). Aunque, desgraciadamente se encuentran muy perdidas, debido a la litología del material y al hecho de encontrarse a la intemperie, su génesis bibliográfica ha sido investigada recientemente por el profesor D. José Antonio Valdés Gallego, que ha demostrado su procedencia, en una copia casi literal, de pasajes del Ordo Benedictio Fontis, recogido en el Liber Ordinum Episcopalis, de uso sacramental en el momento de la administración del Bautismo. En el texto, que no se reprodujo en su totalidad, se enfatiza el poder salvífico del agua como instrumento de la providencia divina: [Santificada seas por la palabra de Dios, ola celeste: santificada seas, agua] hollada por las plantas de Cristo: los mon[tes que te ciñen no te encierran: los escollos que te golpean no te quiebran]... (VALDÉS GALLEGO 2018, 330-331). Este proceso podría indicar, como mínimo, la identificación del poder curativo del agua con la salvación a la que se accede por el Bautismo, lo que conferiría, al margen incluso de la hipotética administración del Sacramento, un valor simbólico cristiano al acto del baño.
Al hecho probable de que la Foncalada debe interpretarse como un edificio balneario (Ríos González, 1997, 1999), cabe añadir la existencia de una evidente carga simbólica cristiana, en el sentido de la sacralización del baño, puesta de manifiesto a través de la epigrafía labrada en el frontal del edículo (García de Castro, 1995). La conjunción de ambos aspectos es fundamental para comprender la funcionalidad del edificio que, en el contexto socio-religioso de la Asturias del siglo IX, pudo, incluso, tener un -quizás ocasional- uso sacramental.
Del hecho del conocimiento de la existencia de tales templos acuáticos -sin ánimo de identificar la Foncalada exactamente con uno de ellos- en tiempos visigodos, da testimonio, en pleno siglo VII, San Isidoro (Etimologías, XV, 4, 9-10):
"Los antiguos daban el nombre de delubra a los templos dotados de fuentes en las que se purificaban antes de entrar en ellos (...) Hoy día se da ese nombre a los templos provistos de fuentes sagradas, en los que los fieles son regenerados y purificados. Se les denominó delubra con un buen presagio, pues sierven para la ablución de los pecados. En los delubra, la fuente es el lugar de los regenerados. En ella se forman siete gradas en el misterio del Espíritu Santo : tres de bajada y tres de subida; el séptimo grado -que es el cuarto escalón- equivale al Hijo del hombre, el cual extingue el horno del fuego, sirve de apoyo estable a los pies y da fundamento al agua; en él habita corporalmente la plenitud de la divinidad."
En resumen, tanto la presencia de las inscripciones latinas -todas de carácter cristiano- cubriendo totalmente el frente del edículo de la fuente, como su significado simbólico de proclamación o invocación religiosa, expresado mediante una de las formas verbales latinas más antiguas y con más consecuencias -adviértase que de calare, derivan términos de la vida cotidiana de la antigua Roma como calator (heraldo), calenda, calendario, o verbos, ya del latín clásico como clamare (llamar), con abundancia de citas literarias por parte de los autores romanos tanto clásicos: Varrón ((Ling. 6.27), como tardíos: Macrobio (Sat. 1.15. 10-19), así como el hecho de que este antiguo verbo fuera conocido en el s. VII, apareciendo de nuevo en San Isidoro (Etimologías, XVIII, 4, 5): "...calando classica dicebantur..."- todos estos datos, denotan la existencia en el Reino de Asturias, de una importante cultura literaria (Díaz y Díaz; 2001). Ésta, incluía el conocimento de la literatura e historiografía romanas desde tiempos tempranos de la República, y fue lo suficientemente potente como para haber hecho llegar a la documentación altomedieval un topónimo de tan profundos ecos clásicos, aplicado a la denominación de un monumento de fuerte carga simbólica cristiana.