Las murallas de Alfonso II, rodeando el conjunto de edificios religiosos conocido como "Ciuitas" episcopal, constituían un recinto, oblongo o rectangular, de unos 82 pasos alrededor de la catedral. De ellos 12 se destinaban a cementerio, albergando los otros 70 pasos el suelo destinado a habitación.
La nueva muralla de Alfonso III buscó la protección del asentamiento creado alrededor de la ciudad episcopal, situando su propio palacio al norte del antiguo recinto, y ampliando notablemente el mismo por el sur y el oeste, completando el recinto con el castillo-fortaleza construido en el lugar más expuesto, al extremo noroeste del mismo.